diciembre 08, 2008

Por los siglos de los siglos...

Se abre una compuerta
Por los siglos de los siglos padre mío.
Esperar tus respuestas está impidiendo que claudique mi corazón.
Y te encontré, atrás de un halo de luz
Porque la luz inexplicablemente no logra mostrarme el camino.
En estos instantes te preguntas
¿Quién seguirá mis pasos?
Dirigiéndote al monstruo que otros nombraron
Como tu hijo eterno.


Espero paciente para que rasgues mi túnica señor de los abismos
Destruirán mi cuerpo
Por los siglos y los siglos
Un coro y amen.
Tú que condenaste a los sacerdotes
Mercaderes ignorantes ante el único fuego
Que podrá salvar
No
Nunca seré yo.


Ella murió Padre
No pude enterrar sus huesos
Y recordé
Pude haber terminado con todo
Mucho antes de empezar
Tomar un camino distinto esa tarde
Pero tú guiaste mis pasos
Sin sonreír Padre.
Es que en el fondo
¿Sabías algo?, sagrada vaca que juegas a ser ignorante

Y ahora no sabes qué explicar.

No peines más tu barba
Escucha
No estoy llorando
Con los siglos y los siglos
Logré aprender
Que si muestras una lagrima
Pensarías.
Lo digo en serio
Que soy indigno de ser conocido como el hijo,
Que escapó, para siempre perderse
Por eso Padre
Deja que no pierda lo que más quise
Es que ella me dejó un papel en blanco
Pegado a la pared
Intenta explicarme
Por qué lo pego a la pared
Y no a mi corazón
Acaso no tengo corazón
¿Y tengo muchas paredes?


Y para qué seguir con esto Padre
Si no escuchas ni entiendes la razón de mi galopar
Porque me siento más cerca a esos bichos
Bichos de tu reino Padre
Que vagaron libres por estas tierras
Ya nunca de ellos
Ni mías.


Es que al príncipe lo desalojaron de tu reino
Padre
Escupo en tu túnica
Dejaste a tu hijo arrastrarse adolorido
Con alfileres clavados en los parpados
Y después quieres que no odie tus abrazos
Y odie la soledad
Insignia de mi andar
Por los siglos de los siglos Padre.


He aquí mi único pedido.
Ni misericordia
A tus pies
Con todo el odio que te tengo
Y el respeto a mis palabras que eso genera
Ante tu imagen
De vaca sagradaBarbas cuidadas.


Te digo:

Padre mío que dices acompañarme
Limpia tu nombre en mis recuerdos
Trae por lo que más quieras
Salvación a mis caídas
Y no oprimas con tus dedos mi voluntad
Es lo único que tengo
Dame desde hoy la fuerza para retorcer
Pescuezos
Cobarde ante muchos
Y no ante ti
Perdona eso
Y no intentes recibir más
Mucho me dañaste.
Ya mucho me dañaste.


Amén.

noviembre 19, 2008

Vallejo y Hernández tocan el tambor

El joven César Buero Vallejo salió de su casa, sin antes olvidar su cartapacio lleno de sueños y recortes de revistas, y se dirigió al centro mismo, a la revelación de la vida y la muerte, el núcleo de sus pasos afiebrados, es decir a la plaza San Martín. Allí vio a la juventud divino tesoro arañar sus barrigas y picar sus ojos, supo que su poesía no caería en pozos, solo en narices arrasadas por la violencia, con la sagrada voz de un exiliado parisino se acerco al negro Juan, y le pidió algo para el cerebro, que era su única arma para sobrellevar la miseria.

Ya con la cuestión, la piedra filosofal en sus manos se dirigió a Quilca, a buscar la preciosa nada, llegó a la esquina y entró a Procuradores, saludó a los respectivos señores de la libertad oprimida y se dirigió a un viejo mirador donde el suelo se convertía en un lienzo color teja con cúpulas con aroma de sufrimiento y cerros empedrados con hambre, ahí prendió un cigarrillo marca acme y contempló el hedor de las pisadas alzarse ferozmente hacia el cielo, aun no llovía pero sentía el ambiente cargado como de pena, llegó a la conclusión de que el día de su muerte la lluvia impediría su entierro, porque hombres de otro mundo no deben yacer en este mundo, la vida y el amor, se hicieron indispensables para sus huesos, se dirigió a su cuarto, no sin antes comer tres panes de trigo y tomarse una gaseosa, es que en momentos de alegría como este, son indispensables, ya en su cuarto dibujó, dibujó y dibujó.

El amor se hizo realidad y lejos de todo y cerca a su vez de todo, esperó que la muerte llegara, para así ponerse su mejor ropa y invitarle un cigarrito saturniano, y así morir feliz.

octubre 23, 2008

Carta de un hombre muerto

Nacido un 18 de mayo de 1945 en la provincia de Catacaos – Piura, al norte de la ciudad de Lima, trabajador desde los 15 años en la fábrica de calzado de la familia. A la edad de 18 años ya habiendo acabado el colegio va a Lima para continuar con sus estudios universitarios de Administración de Empresas, teniendo que trabajar en las noches en una imprenta para poder pagar el cuarto alquilado en el que vivía en el centro de la ciudad.

Descubre su verdadera pasión por la escritura, decide empezar a escribir pequeños relatos sobre sí mismo y sobre el entorno de una ciudad bohemia.

Acaba la carrera, decide establecer su propia empresa precisamente de calzado que era el tema que mejor manejaba, en ese entonces tras pedir diversos préstamos al banco y tras varias negativas decide pedirle el préstamo a su padre. Viaja a Piura y habla con él, su padre le cede el préstamo y regresa a Lima para empezar con su empresa de calzado.

Al tiempo de haber empezado con los respectivos trámites, se asocia con una mujer de nombre Yolanda que fue su compañera y mejor amiga durante la universidad, juntos deciden continuar con la empresa. Se enamoran y a los 5 años de haberla establecido se casan. La felicidad no duró mucho porque ella tuvo irse a los EE.UU a ver a su madre que estaba muy enferma y que hacía varios años que se fue para tratarse un cáncer.

Ella le dijo que regresaría en un par de semanas.

Al cabo de seis meses él tuvo noticias de ella: Recibió un sobre sellado conteniendo una carta dónde se le citaba a la morgue de Lima para reconocer el cuerpo de una mujer que había sido repatriado. Era el de su esposa, le dijeron que había muerto en un accidente automovilístico. Él no preguntó nada y se marchó.

Al tiempo dejó de administrar la empresa, ésta quebró, el se hundió en la más profunda depresión.

Regresó a vivir a un viejo hotel en el centro de la ciudad y trataba de refugiarse en el alcohol y las drogas. Así pasaron 2 años; él, aislado totalmente de lo que pasaba a su alrededor sólo se dedicaba a beber y a escribir.

Al no tener más dinero empezó a escribir algunos cuentos para tratar de venderlos. Así, poco a poco, pagaba el cuarto de hotel. Se la pasó meses y meses escribiendo sólo con dos consignas: Publicar 100 ejemplares de una novela corta y comprar un arma para tratar de protegerse en la ciudad.

Cuando llegó al monto de dinero que necesitaba publicó los cien ejemplares y los vendió en su totalidad y con las ganancias que le dejó esa venta salió una noche totalmente alcoholizado, compró un revolver, regresó a su habitación, escribió una carta a su esposa muerta y se pegó un tiro en la sien.

Murió el 19 de agosto de 1988 en un cuarto de hotel a la edad de 42 años.

septiembre 26, 2008

Sin titulo

Posé las manos sobre el frio de un revolver, animal cansado, durmiendo el sueño, ocultándose de sus pasos, lo que podría decir es que no tengo a donde ir, y sacaría de mis bolsillos papeles arrugados y una moneda para intentar comunicarme contigo, y de nuevo hundirme en la espera del revuelo de tus cabellos, es simple muy simple, lograr raspar lo que me cubre sería la labor de tus uñas, y que queda, aun sigo rompiendo zapatillas, botando colillas, escondiéndome de ojos y ojos, soportando las dicha de comer y fumar sabiendo que mañana llegarás, romperás el silencio de radio con tu voz, mientras canto, porque puedo cantar rogándole al viento que nunca te vayas, rogándome que deje de ver ese revolver, animal injusto en mis manos, ecos, balazo rompiendo el silencio mientras estrella todo en la pared, de nuevo, ¿qué queda? el altar que fue mi cuerpo litros y litros de vida fermentándose en el suelo, esperar, seguir esperando, la estupidez de otear los abismos salados cuando la vista roza mi nariz, la ruina y el horror, dos niños jugando en la acera opuesta, el universo próximo ya no se qué decir, rompí los espejos que me recuerdan que el tiempo pasa, y las canciones se acaban, la poesía deja un sabor de dicha que se vuelve mierda en la boca, esperando rayos y rayos de sol y la luna cierra sus ojos al verme cuando bajo ido por calles empedradas con sangre y lagrimas, lagrimas, lagrimas esperando la dicha del sueño eterno, el fin del infierno de tus pasos distantes.

septiembre 20, 2008

SEUDO

Él: Hola amor ¿cómo te va en el trabajo?
Ella: Bien amor y a ti, ¿cómo va todo?
Él: Bien amor, con mucha presión pero haciendo todo lo que debo hacer y tu ¿alguna novedad?
Ella: Un poco cansada pero en la lucha.
Él: Hm… por cierto olvidé comentarte, voy a contratar a una secretaria ya que el trabajo resulta a veces muy pesado y los inversionistas están pidiendo más cosas.
Ella: Ah...qué bueno, mira si son situaciones parecidas; yo también voy a empezar a trabajar con un tipo nuevo, porque ando muy atareada con los papeleos de la empresa.
Él: Que bueno! , te parece si luego hablamos, aun tengo algo que hacer en la oficina.
Ella: Si me imagino amor, entonces más tarde hablamos.


(Dos de la mañana, suena el teléfono fastidiosamente)

Él: Hola amor, ¿estabas durmiendo?
Ella: Si algo, y ¿tú qué haces? ¿Dónde estás?
Él: Ah… en el trabajo, es que hay mucho por hacer, mucho papeleo acumulado.
Ella: Hm… entiendo.
Él: Si pues, bueno… te llamaba porque quería decirte que te extraño.
Ella: Yo también te extraño.
Él: Te dejo dormir mejor, hasta mañana amor.
Ella: Hasta mañana amor.


(Viernes, 2:30 p.m)

Ella: Amor estoy sin internet en el trabajo, ¿tú crees que puedas entrar a mi correo y mandar unos mails a unos clientes?, te paso la contraseña.
Él: Si amor claro, en un momento lo hago.


(Viernes, 10:15 p.m)

Ella: Amor, tú me pasarías la contraseña de tu correo para tenerla, y no se… así de algún modo tener acceso a todas las cosas el uno del otro.
Él: ¿Te parece necesario?
Ella: ¿Pero a que le temes? o ¿tienes algo que ocultar?
Él: No, sólo que no veo la necesidad, pero no tengo ningún problema.
Ella: ¿Amor?, hm… ¿por qué no me dijiste que aún te comunicabas con “ellas”?
Él: Porque estábamos tan bien que no quería malograr el momento.
Ella: ¿Por qué no confías en mi como lo hago yo?, yo te hubiese contado todo si es que acaso hubiese seguido comunicándome con las personas con las que solía salir antes, eres un imbécil que no valoras lo que hago por los dos.
Él: ¿Por qué dices eso?, son cosas sin importancia.
Ella: ¡No! Sólo que tú no confías en mi.
Él: Me harté, piensa lo que quieras.
Ella: Esa es tu salida, ya no quiero hablar de esto adiós. Así de sencillo.


- Llamada telefónica (sábado, 12:40 a.m)
- Llamada telefónica (sábado, 1:30 a.m)
- Llamada telefónica (sábado, 2:50 a.m)
- Llamada telefónica (sábado, 3:15 a.m)


Ella: ¿Si, hola?
Él: ¿Cómo estás?, estuve llamándote pero tu teléfono sonaba ocupado.
Ella: Ah…si es que estaba hablando con un amigo.
Él: ¿Con un amigo hasta las tres de la mañana?
Ella: Si, ¿Por qué?
Él: Seguramente no es sólo un amigo.
Ella: Piensa lo que quieras, no me importa.
Él: Seguro es el que trabaja contigo, te gusta y nunca lo dijiste; además te lo debes estar “cogiendo”.
Ella: Si pues, me lo estoy “cogiendo” así como tú te debes estar “cogiendo” a tu seudo secretaria.
Él: ¡Sí! No sabes como “cogemos”.
Ella: Adiós.
Él: Adiós.


- Llamada telefónica, no contestó (sábado, 8:10 p.m) /// casilla de voz.

Ella: Te llamaba para decirte que espero disfrutes de todas a las que te “coges” que yo haré lo mismo, hasta siempre.

- (El escuchaba del otro lado del teléfono el mensaje que ella dejó, no quiso contestar, dejó las cosas así como estaban, creyó que era lo mejor)

- 8 meses después…

*En un café en el centro de la ciudad, él sentado la ve entrar con un tipo, tomados de la mano; por la puerta de madera añeja como las tazas que han estado paseando de boca en boca durante toda la vida de aquel café.

Ella: ¡Qué! ¿No piensas saludar?
Él: Yo no hablo con putas.
Ella: Ahora dices eso,… putas son esas con las que te acuestas.
Él: Vete, no quiero verte ni hablar contigo, vete con el tipo con el que entraste, con el que te dice que te quiere a diario, con ese imbécil que seguramente me has comparado en algún momento, mejor vete, ya no quiero hablar de ti.
Ella: No se por qué sigo aquí cuando más me botas, no sé qué hiciste en mi que haces que no me vaya.
Él: …pero te fuiste, así que no digas más.
Ella: Nunca me fui, el hombre con el que me viste entrar es amigo de mi hermana, tiene SIDA y es homosexual.


*El lanza una mirada hacia la calle, a través del vidrio que separa el añejo café y una cuenta de 15 soles, con las maniobras de niños en cada esquina; observa a una anciana como si al observarla pudiera hacer que camine jubilosamente.

Ella: ¿Por qué miras tanto a aquella señora?, ¿la conoces?
Él: Déjame tranquilo y vete.
Ella: ¿Por qué estás vestido de negro?, ese color nunca te gustó, ¿por qué no te afeitas, que pasa?
Él: Nada, solo vete con tu acompañante que te debe estar esperando y a mí déjame tranquilo, yo no te llamé.
Ella: Me voy, yo únicamente quería saber cómo estabas; algo de tu antigua ternura.


*Ella se puso de pie con la vehemencia de las chispas de aceite que salen de una sartén, con esa extraña picazón y molestia, con todo eso ella lo miró fijamente mientras él no quería hacer lo mismo.

Él: ¿Quieres escuchar algo tierno?
Él: Mis padres y mi hermano menor murieron anoche en un accidente automovilístico, se mataron en una autopista, no hubo curiosos, no hubo noticia, no hubo velorio, los lloré en silencio, no pude estar con ellos ayer, me odié por eso; pero ya no puedo hacer nada, ellos también se fueron.


*Ella se sentó, ahora con la pasividad de una tarde de verano.

Ella: ¿Por qué no me dijiste nada?
Él: Porque te fuiste.
Ella: Nunca me fui. Te extrañé.
Él: No te atrevas a decir eso, no me extrañaste, tú no eres mía ni yo de nadie; así son las cosas o ¿creías que íbamos a estar juntos toda la vida?
Ella: Lo pude soñar, no asesines eso.
Él: No lo hago. Mientes, ¡mientes! Como todos, por eso te fuiste con otros, por eso y por mi gran mentira.
Ella: Yo jamás me fui de ti. (¿Qué mentira?, ¿en qué mentiste?)
Él: Nunca me escribió nadie del pasado, ni mujeres anteriores ni nada de nada, yo me envié esos correos.
Ella: ¿Por qué, para qué?
Él: Por ti. Para ver lo que sentías, solo escuchaba pero no lo veía, no lo olía, no lo sentía más allá de las palabras.
Ella: …Yo también te mentí.
Él: ¿...y tú en qué?
Ella: Siempre trabajé sola, únicamente inventé eso porque te odié en ese momento, no aguantaba que pases más tiempo con alguien más.


*… se rieron irónicamente, como cuando se está totalmente resignado a una realidad que jamás será como la mayoría de los mortales quiera que sea.

Ella: ¿De qué te ríes?
Él: Yo jamás tuve secretaria.


*Ella lanzó una cachetada sobre su mejilla, sintiendo el rose de su mano con la barba que él no había cortado, sintió algo así como acariciarlo al mismo tiempo, sabía que con esa mano le estaba produciendo un dolor como picazón en el rostro.


Él: Somos una mentira, mejor sigue tu vida, yo la mía.
Ella: No. No puedo dejarte, no quiero.
Él: Míranos, todo se trató de nada, no existió o tal vez sí; la distancia nos traicionó, el tiempo nos amedrentó y se lo permitimos.
Ella: Si, pero jamás dejé de pensarte.

Él: …sólo quiero ir a casa.
Ella: Ven a vivir conmigo.
Él: No puedo, mi trabajo…
Ella: Entonces yo iré contigo, vamos a nuestra casa.
Él: No tenemos “esa casa” no tenemos nada, sólo este momento.
Ella: Mentí. Hace varios meses compré una casa, no iba porque me sentía sola, la compre por nosotros al poco tiempo de aquella discusión, no es muy grande, es casi toda de madera, es como añeja y muy fuerte como de las que tanto me hablabas. Sé que aún en las noches me extrañas.
Él: Mátame ahora.
Ella: ¿Por qué?
Él: Porque no quiero a nadie más que no seas tú.




septiembre 11, 2008

AMBIVALENCIA

..ya eran casi las once de la noche, después de lavar mi rostro envejecido, arrugado; me acerqué al armario de madera con olor a guardado, saqué la pijama percudida de siempre, su color amarillo parece inerte, así como yo cuando no tengo nada que decir, así como los miles de ojos viejos que puedo ver en las calles, las ilusiones que se desvanecen poco a poco con los recuerdos de aquellos tiempos en que jugaba con muñecos improvisados y fortalezas de soldados que no eran de plomo sino más bien de imaginación.

Estoy sentado al filo de la cama con el foco que menos alumbra cerca de mi sitio, esta poca luz que tantas veces me vio soñarla...
Me tomo la cara con las dos manos... cierro los ojos y miro dentro...veo que todo es confuso, me encuentro entre soñar y asesinar los sueños, esos sueños...
Me encuentro conmigo mismo y pienso en que hice de mi vida, de mi pareciera larga, pero en realidad corta vida.

Terminaré con la poca luz… mejor prenderé una vela; tiene más amor, como siempre, como cada noche en que justificaba la falta de dinero y decía que eso es romanticismo, y sé que en el fondo así la disfrace, es una verdad. Interrumpen la antesala de dormir los gritos de unos jóvenes en la calle tal vez están saliendo en busca de diversión, tal vez en busca de algo que no saben que existe pero saben que lo van a encontrar y para eso utilizan herramientas que no siempre los llevará a donde ellos quieren ir.

Creo q me vi entre esos jóvenes, creo q estoy ahí. Soy uno más del grupo, grito, festejo sin ser ganador, brindo sin saber por qué, pero eso me hace feliz y aunque quiera que la noche sea eterna no lo será, será mejor así, porque quiero ver de que forma termina mi teatro de creerme el mejor por un rato; dejé a los jóvenes atrás, solo tomé su momento prestado mientras sigo sentado al filo de mi cama.

Al ver las arrugas que reflejan el beso de la luz sobre mi pijama creo percibirlo como un espejo, estando yo del otro lado mirándome y diciéndome que las arrugas no son más que lecciones bien y mal aprendidas, lecciones propias y ajenas, las ajenas duelen menos que las propias pero esas son solo como los jalones de oreja que daba mi madre, y aunque ella ya se haya ido aun me arden los cartílagos cada vez que lo recuerdo, pero que delicioso ardor. Ahora que ya no estas aquí los extraño, ya desde donde estés veras que ya no hay quien lo haga por ti, porque ella también se fue, quizás te acompañe allá en ese país en donde aun no consigo la visa pero entre sueños algunas personas que ya están allá me dicen que todo es justo y lleno de color, ella se fue antes que yo aunque intenté irme con ella pero sé que no me dejó, sólo me dijo nos vemos después y aun tengo el amor que me dejó debajo de la almohada, lo tengo conmigo y no lo saco por miedo a que me lo roben; la ciudad suele ser peligrosa, hasta donde esté ella y hasta el día en que la vea recién lo sacaré y lo dejaré en el aire junto a nosotros porque sé que ella no me ha olvidado y siempre me mira desde donde está y yo sueño con que todas las noches llega y besa mi frente, llega y plancha mi pijama, me abraza en todos los inviernos y en los veranos espera verme desnudo en su lado de la cama para venir y hacerme el amor. Es nuestro modo de hacerlo y ella sabe cuan bien nos hace, sea en su lado de la cama o el mío, en la silla o en el sillón nuestro, porque así lo hicimos, de pie o en la forma que mejor dicte el momento.
La vela dice estar a la mitad de lo que imagino, me dice que pronto tendré q apagarla porque si duermo y no lo hago ella se enfadará de tal modo que me apagara a mi. Aun no... La noche espera que la llene de los años que pasaron por aquí, por esta avenida, por este cuarto, por esta vida. Me echaré, así cuando despierte tendré la vista hacia el cielo y tu con tus ojos de luz me dirás que ya amaneció y que tengo que trabajar en algo que no es remunerado con cobre pero si con lecciones. Ya sabes que no tuve hijos ni me casé nunca porque siempre soñé contigo y será por eso que te di mi vida y ahora solo espero a que me la devuelvas con sus reparaciones.

Sigo echado coloco las manos en la nuca siento algo parecido a paz, no lo se…bajo la mirada a nivel de mi cuerpo horizontal y veo que todo está tirado no es como los años que llevo sino como los que desearía tener, la ropa tirada, los cuadros, la guitarra, mis libros…mi cabeza…todo está en el piso, ya no llamo a Dios porque me dijo que esta muy anciano y muy enfermo de no poder tener más brazos, en realidad discutimos…El ya no pasa por acá y yo dejé de llamarlo, perdí su número en el cajón, pero sé que si lo vuelvo a buscar ahí estará. Me perturbé, me levanto de la cama busco un pantalón y una camisa quiero salir...no. mejor no.
No te encontraré.

INHUMACION

Vi pasar la realidad saludando sobre carros alegóricos, con sonrisas abiertas mostrando blancos dientes y volví a un cuarto vacio sin voces ni ecos, saludé a la puerta y la radio cantó por varias horas, raudas imágenes se dibujaron en el techo proyectándose desde mis ojos, y la luna se dibujó en ese techo y todos los ojos se abrieron.
Pero aún estoy solo y en mi cuarto se dibuja un mundo, todo lo que vi y quise ver bailar en los recodos de este espacio, el mundo abriendo huecos desde donde intento observar lo más profundo, intentar raspar el velo de la mirada y reconocer el olor de lo que se esconde, pero pretendo refugiarme en un mundo alterno donde la felicidad falaz de los dientes refulgentes, no reflejen su mentira a mis ojos, y ver el fondo de lo blanco en la mirada no sea imposible.
Caminar, caminar, caminar…
De la nada aparente se abrió una puerta, de ahí otra y otra, así estuve vagando por una eternidad de cuartos, cada uno con un color, un ambiente y una canción distinta que me obligó a quedarme en cada cuarto hasta aprender cada letra, cada acorde y la eternidad se hizo imperceptible y un nuevo aroma embriagó mis sentidos.
Y de repente me levanté de mi cama.
Sentí un peso en mi cabeza, ese peso hizo que al pararme me cayera violentamente al piso, mucha sangre emanando de una herida enorme en mi frente, todo se puso rojo y era imposible levantarme, no podía gritar, pedir ayuda, y la sangre, la hemorragia fatal, el frío, mis ojos encharcados de lágrimas y sangre, cada vez el dolor se aplacaba hasta que todo se hizo enorme y me vi tirado en el piso, en medio de un enorme charco de sangre, me senté a observarme ocupando y manchando el piso, viendo la sangre secarse, un gran cuadro se dibujó en mi cabeza, caminé alrededor de mi cuarto sintiendo el aroma de la sangre y de la frialdad de mi cuerpo mezclándose con el cemento.
Varios días pasaron y memoricé cada espacio de mi cuerpo, hasta que rompieron la puerta y se llevaron mi cuerpo, los seguía gritando, pidiéndoles que por favor no me traten mal, que me podían hacer daño, los seguí hasta un cuarto frío donde me echaron en una cama y me senté a observar la mueca de asombro dibujada en mi rostro.
Llegaron de nuevo, me limpiaron, mientras revoloteaba a su alrededor, ellos vistiéndome, y finalmente comprendí que estaba muerto y que me iban a enterrar, les pedí que cantaran algo, pero no me escuchaban, no me escuchaban mientras me metían a una caja de madera empecé a cantar, con toda la fuerza de mi voz y bailé, bailé mucho, mientras me llevaban a un cementerio y lloraban, yo seguía cantando y bailando, no lloren no lloren les gritaba; metieron mi ataúd a un hueco y mientras echaban la tierra yo me arrancaba cabellos y los echaba sobre el ataúd, cuando acabaron me quedé sentado en el pasto y seguí cantando pero cada vez más triste, comprendí que me había quedado solo, solo de nuevo, ya no quise llorar.
Y violentamente me desperté.