septiembre 26, 2008

Sin titulo

Posé las manos sobre el frio de un revolver, animal cansado, durmiendo el sueño, ocultándose de sus pasos, lo que podría decir es que no tengo a donde ir, y sacaría de mis bolsillos papeles arrugados y una moneda para intentar comunicarme contigo, y de nuevo hundirme en la espera del revuelo de tus cabellos, es simple muy simple, lograr raspar lo que me cubre sería la labor de tus uñas, y que queda, aun sigo rompiendo zapatillas, botando colillas, escondiéndome de ojos y ojos, soportando las dicha de comer y fumar sabiendo que mañana llegarás, romperás el silencio de radio con tu voz, mientras canto, porque puedo cantar rogándole al viento que nunca te vayas, rogándome que deje de ver ese revolver, animal injusto en mis manos, ecos, balazo rompiendo el silencio mientras estrella todo en la pared, de nuevo, ¿qué queda? el altar que fue mi cuerpo litros y litros de vida fermentándose en el suelo, esperar, seguir esperando, la estupidez de otear los abismos salados cuando la vista roza mi nariz, la ruina y el horror, dos niños jugando en la acera opuesta, el universo próximo ya no se qué decir, rompí los espejos que me recuerdan que el tiempo pasa, y las canciones se acaban, la poesía deja un sabor de dicha que se vuelve mierda en la boca, esperando rayos y rayos de sol y la luna cierra sus ojos al verme cuando bajo ido por calles empedradas con sangre y lagrimas, lagrimas, lagrimas esperando la dicha del sueño eterno, el fin del infierno de tus pasos distantes.

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