septiembre 11, 2008

AMBIVALENCIA

..ya eran casi las once de la noche, después de lavar mi rostro envejecido, arrugado; me acerqué al armario de madera con olor a guardado, saqué la pijama percudida de siempre, su color amarillo parece inerte, así como yo cuando no tengo nada que decir, así como los miles de ojos viejos que puedo ver en las calles, las ilusiones que se desvanecen poco a poco con los recuerdos de aquellos tiempos en que jugaba con muñecos improvisados y fortalezas de soldados que no eran de plomo sino más bien de imaginación.

Estoy sentado al filo de la cama con el foco que menos alumbra cerca de mi sitio, esta poca luz que tantas veces me vio soñarla...
Me tomo la cara con las dos manos... cierro los ojos y miro dentro...veo que todo es confuso, me encuentro entre soñar y asesinar los sueños, esos sueños...
Me encuentro conmigo mismo y pienso en que hice de mi vida, de mi pareciera larga, pero en realidad corta vida.

Terminaré con la poca luz… mejor prenderé una vela; tiene más amor, como siempre, como cada noche en que justificaba la falta de dinero y decía que eso es romanticismo, y sé que en el fondo así la disfrace, es una verdad. Interrumpen la antesala de dormir los gritos de unos jóvenes en la calle tal vez están saliendo en busca de diversión, tal vez en busca de algo que no saben que existe pero saben que lo van a encontrar y para eso utilizan herramientas que no siempre los llevará a donde ellos quieren ir.

Creo q me vi entre esos jóvenes, creo q estoy ahí. Soy uno más del grupo, grito, festejo sin ser ganador, brindo sin saber por qué, pero eso me hace feliz y aunque quiera que la noche sea eterna no lo será, será mejor así, porque quiero ver de que forma termina mi teatro de creerme el mejor por un rato; dejé a los jóvenes atrás, solo tomé su momento prestado mientras sigo sentado al filo de mi cama.

Al ver las arrugas que reflejan el beso de la luz sobre mi pijama creo percibirlo como un espejo, estando yo del otro lado mirándome y diciéndome que las arrugas no son más que lecciones bien y mal aprendidas, lecciones propias y ajenas, las ajenas duelen menos que las propias pero esas son solo como los jalones de oreja que daba mi madre, y aunque ella ya se haya ido aun me arden los cartílagos cada vez que lo recuerdo, pero que delicioso ardor. Ahora que ya no estas aquí los extraño, ya desde donde estés veras que ya no hay quien lo haga por ti, porque ella también se fue, quizás te acompañe allá en ese país en donde aun no consigo la visa pero entre sueños algunas personas que ya están allá me dicen que todo es justo y lleno de color, ella se fue antes que yo aunque intenté irme con ella pero sé que no me dejó, sólo me dijo nos vemos después y aun tengo el amor que me dejó debajo de la almohada, lo tengo conmigo y no lo saco por miedo a que me lo roben; la ciudad suele ser peligrosa, hasta donde esté ella y hasta el día en que la vea recién lo sacaré y lo dejaré en el aire junto a nosotros porque sé que ella no me ha olvidado y siempre me mira desde donde está y yo sueño con que todas las noches llega y besa mi frente, llega y plancha mi pijama, me abraza en todos los inviernos y en los veranos espera verme desnudo en su lado de la cama para venir y hacerme el amor. Es nuestro modo de hacerlo y ella sabe cuan bien nos hace, sea en su lado de la cama o el mío, en la silla o en el sillón nuestro, porque así lo hicimos, de pie o en la forma que mejor dicte el momento.
La vela dice estar a la mitad de lo que imagino, me dice que pronto tendré q apagarla porque si duermo y no lo hago ella se enfadará de tal modo que me apagara a mi. Aun no... La noche espera que la llene de los años que pasaron por aquí, por esta avenida, por este cuarto, por esta vida. Me echaré, así cuando despierte tendré la vista hacia el cielo y tu con tus ojos de luz me dirás que ya amaneció y que tengo que trabajar en algo que no es remunerado con cobre pero si con lecciones. Ya sabes que no tuve hijos ni me casé nunca porque siempre soñé contigo y será por eso que te di mi vida y ahora solo espero a que me la devuelvas con sus reparaciones.

Sigo echado coloco las manos en la nuca siento algo parecido a paz, no lo se…bajo la mirada a nivel de mi cuerpo horizontal y veo que todo está tirado no es como los años que llevo sino como los que desearía tener, la ropa tirada, los cuadros, la guitarra, mis libros…mi cabeza…todo está en el piso, ya no llamo a Dios porque me dijo que esta muy anciano y muy enfermo de no poder tener más brazos, en realidad discutimos…El ya no pasa por acá y yo dejé de llamarlo, perdí su número en el cajón, pero sé que si lo vuelvo a buscar ahí estará. Me perturbé, me levanto de la cama busco un pantalón y una camisa quiero salir...no. mejor no.
No te encontraré.

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